Pobreza

No supe cuando empecé a cargarla
y a llevarla, por decir, en la oreja,
entre calles de adornos silentes.

La oscuridad en sí la fue sumando,
bocado a bocado,
hasta que envenenada
vino a mi
hasta que envenenada
vivió en mi.

En el lento plazo,
su humo me envolvió
junto a su falaz compañía.

Aquella sensación de calma,
desaparece rápida como la luz al día.

Aquel hambre de espíritu y estómago,
vive campante como el siempre fraude social.

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