Se le olvida a uno

De pronto se le olvida a uno que todos valemos lo mismo. Y que la red de verdades que disputamos se pierde en la palabra mal dicha, el gesto mal visto; sin vislumbrar gracia o ingenuidad alguna en los otros, espejo de lo que somos. Se le olvida a uno que se nos otorgó el humilde título de observadores fugaces, somos perros sueltos en el llano, somos piedras aceleradas en el espacio inerte, somos ráfagas de luz esperando el gran acontecimiento, somos gotas colgando de una nube negra, somos frutos del árbol del olvido y lagrimas de agujeros infinitos. ¿Cuántas confusiones habremos de convenir para resistir esta culpa y el fútil juicio de las masas? ¿Cuántas miradas habremos de esquivar por la vergüenza de no hacer nada por los nuestros de otras tierras? ¿De qué hay que valerse para no evitar la difícil respuesta? ¿De qué, para no acabar con la razón vital? 

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